La impresora ‘nodriza’ del IES Valentín Turienzo hizo las piezas necesarias para replicarse a sí misma y dar la posibilidad a otros centros de diseñar robots a medida
El equipo de ingenieros de una empresa diseña una pieza y las grandes máquinas de la fábrica se calibran -o se construyen expresamente- para fabricar esa pieza en cadena. Este burdo resumen del costoso proceso industrial permite entender por qué las impresoras 3D (tres dimensiones) han abierto el camino a la tercera revolución industrial. Con ellas, cualquiera puede tener una cadena de montaje en casa… o en clase. El instituto Valentín Turienzo (Colindres) lleva unos años enseñando Robótica a los alumnos de Tecnología. Hasta ahora, las partes de los robots se hacían a mano: se compraba la materia prima y los alumnos medían, cortaban, taladraban… y, si había suerte, la pieza encajaba al segundo o al tercer intento. Hasta ahora.